En este reportaje a Liliana Kaufmann, te invitamos a que juntos reflexionemos sobre cómo aprenden los niños/as las reglas sanitarias del período de desconfinamiento social, según su edad o condición y cómo podemos ayudarlos a respetarlas para aplicarlas en las situaciones que lo requieran.
Las ideas giran por un lado, en torno al panorama general que explora Piaget respecto a la construcción de las reglas sociales, especialmente cuando estas se imponen luego de que los niños/as tuvieran que interrumpir abruptamente muchos de sus lazos sociales y mantenerse aislados en sus casas con motivo de la pandemia por el virus del COVID 19.
Sabemos que los chicos/as vivieron diversos tipos experiencias dependiendo de la situación afectiva y económica de la familia; de si padecieron o no de Covid, ellos o sus familiares; del tipo de información que recibieron; cómo se vieron afectados durante el confinamiento, la contención y acompañamiento que recibieron, si tuvieron acceso o no a la modalidad educativa virtual, cuál fue el sentido que le dieron al riesgo de la interacción social, etc. En este contexto, se destaca la importancia de que podamos aprender a cuidarnos, de no enfermarnos y, además, que seamos capaces de trascender los límites de nuestro propio cuerpo y dirigir nuestra mirada hacia el encuentro con los otros, contemplando sus singularidades, necesidades, desafíos y sufrimientos. Porque en caso contrario estaremos promoviendo un nuevo tipo de aislamiento o de confinamiento social.
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P: ¿Puede un niño/a seguir las reglas sanitarias del período de desconfinamiento social? ¿Cómo podemos acompañarlo?
R: Ya estamos iniciando un período de desconfinamiento social y se espera que para el año entrante, las escuelas abran sus puertas en todos sus niveles. Para que ello sea llevado a cabo de manera segura, las autoridades sanitarias establecieron normas, que, indiscutiblemente, a los profesionales de la salud, la educación y a los padres nos enfrentan a grandes desafíos cuando estamos en contacto con niños/as que por su edad y/o condición, no logran comprenderlas, por lo que las perciben como arbitrarias, convirtiendo su cumplimiento en una tarea compleja. En el caso particular de las normas sanitarias, la pandemia nos da la posibilidad de ampliar nuestra comprensión sobre la construcción de las normas en la infancia y nos invita a reflexionar sobre cómo los chicos/as comprenden las reglas sanitarias según su edad o condición y cómo podemos ayudarlos a respetarlas para aplicarlas en las situaciones que lo requieran.
P: ¿Qué normas escuchan los chicos/as en su hogar, en la escuela, en la TV?
R: Restringir el contacto corporal, lavarse las manos y usar máscara, porque ello en conjunto reducirá la transmisión del virus. Estas son las principales reglas que los niños escuchan en su casa y en la escuela. Por lo general, el adulto conoce esas reglas porque recibió la información y además, porque puede establecer este tipo de relaciones: “si tengo el virus en la mano, entonces me las lavo, así el virus desaparece”, o a la inversa: “si disminuyo la distancia significa la aparición del virus”. Sin embargo, el niño/a no cuenta aún con las herramientas cognitivas para poner en relación dos situaciones al mismo tiempo y, por lo tanto, a veces resulta más complejo que pueda seguir las normas establecidas.
P: ¿Cómo se construyen las normas sanitarias en la infancia?
R: Jean Piaget describe con mucho detalle las características esenciales vinculadas con la construcción de las normas en la infancia. Desde su óptica, el conocimiento no es asimilado pasivamente del ambiente, ni brota cuando el niño madura, sino que es construido por el niño a partir de la interacción de sus estructuras mentales con el medio ambiente. Se trata de un proceso que va desde una forma más simple hacia las más complejas y abstractas de comprender la realidad.
El investigador Ramiro Tam, tomando en cuenta el pensamiento de Piaget desde la psicología experimental, explica cómo los chicos/as comprenden las reglas sanitarias para prevenir la infección por Covid.[1]. Estas explicaciones ayudan a entender las diferentes reacciones de los chicos/as según su edad y condición.
P: ¿Cómo los niños/as comprenden las reglas sanitarias para prevenir la infección por COVID-19?
R: A los 3 años los chicos/as comprenden una norma y luego la distorsionan. Veamos un ejemplo: Manuel protesta cuando el padre tiene que salir de su casa para ir a la biblioteca y no lo quiere llevar con él:
Manuel: “¿Por qué tengo que quedarme acá? ¿Por qué no puedo salir? “.
Papá: “No podés salir nunca, nunca porque hay un coronavirus.“
Manuel: “¿Dónde está el coronavirus?” … “Ahí ahí… (le señala puntos a la distancia a través de la ventana). No podés tocar nada”.
Papá: “Entonces, ¿qué pasa si tocas allá, allá (señala a la distancia)?”.
Manuel: “Me voy a enfermar”
Papá: ¿Y qué te pasa si te enfermás?”
Manuel: “Me duele la pancita.”
Papá: “¿Y qué te pasa?”
Manuel: Voy a llorar. Ayer vi un nene que la tocó. Después le voy a decir: “no tocar nada porque hay coronavirus”. “
Papá: ¿Está mal tocar?”
Manuel : “Sí, no se puede tocar nada.”
Papá: “¿Y por qué no se puede?”
Manuel: “Porque está el coronavirus.“
Papá: “¿Y qué otra cosa no podés tocar? “
Manuel: “Por allá y por allá.”
Papá: “¿Y acá en la mesa podés tocar?”
Manuel “La mesa sí puedo tocar.”
Papá: “¿Y el colectivo?”
Manuel: “No.”
Papá: “¿El tren se puede tocar?”
Manuel “No.”
Papá: “¿Y la maestra de la guardería?”
Manuel: “SÍ, podemos.”
Papá: “¿Y podemos tocar la oficina de papá?”
Manuel “Sí, podemos.”
Papá: “¿Y los aviones?”
Manuel: “No podemos”
Papá: “¿Y la casa de Constance?”
Manuel: “SÍ.”
Papá: “¿Sabés lo que me dijo un nene como vos, que no podemos tocar la guardería?”
Manuel: “¡Sí se puede tocar! Ahí no hay virus”.
Este breve diálogo nos muestra que los niños pequeños comprenden la norma social distorsionándola. Veamos por qué decimos que la distorsionan.
Con motivo de la salida de su padre, el niño menciona dos prohibiciones de manera furiosa: ¡no se puede salir! y ¡no se debe tocar nada! Si nos detenemos en sus respuestas nos vamos a dar cuenta de que la prohibición se contradice en varios casos. Por ejemplo, él piensa que se puede tocar lo que está adentro, como la mesa o la pared. Así es cómo el espacio resulta para el niño un aspecto fundamental para comprender la distancia. Siguiendo los pasos de su razonamiento también nos damos cuenta de que su pensamiento nunca es neutral. Porque el niño parece dividir el espacio entre uno peligroso y otro protector. Con estas hipótesis, la casa está libre de riesgo mientras que el exterior parece amenazante y peligroso. Esta primera distinción entre el peligro exterior y la protección en el interior promueve en el niño la idea que no se puede tocar un autobús o subir a un avión.
En cuanto al riesgo transmitido por la interacción social, el niño interpreta que “tocar es enfermar“… y lo comprueba a través de su propia experiencia del dolor de panza. Este punto de vista se manifiesta de manera absoluta y se hace evidente cuando piensa: “si tocás algo del exterior entonces te enfermás”. Este límite entre las cosas que enferman y las que no lo hacen, está marcado por lo que el niño conoce. Por lo tanto, los lugares o personas que él conoce están libres de peligros. Concretamente, cuando siente deseos de ir a la guardería y la oficina de papá piensa que allí está protegido, mientras que dirigirse a un lugar desconocido, por ejemplo, la biblioteca, equivale necesariamente a caer enfermo. Aparentemente dirigirse a ciertos espacios permite disfrutar de la protección casi mágica que acompaña todo lo conocido.
Dicho de otro modo, los niños//as de tres años mucho antes de comprender los procesos biológicos involucrados en la infección por COVID-19, asocian las restricciones sociales vinculadas al virus a sus propias experiencias de bienestar o displacer, conocido/desconocido, enfermedad y dolor. Así, interpretan lo que los padres o docentes les dicen de acuerdo a su propio punto de vista subjetivo, y como consecuencia distorsionan la norma para poder comprenderla.
P: A medida que los chicos/as se acercan a los 5 años cuentan con más recursos experienciales y cognitivos y van elaborando otro tipo de reflexiones, ¿qué ocurre en esas situaciones?
Lo que se observa es lo siguiente: cuando la madre le pregunta a Basil cómo le fue en la escuela y qué cambios notó, el niño le responde: “Hicimos pequeñas filmaciones, nunca jugamos, hicimos pequeños trabajos y luego fuimos a comer”. Vamos a precisarlo, ante la pregunta de su madre sobre los cambios que notó en la escuela, Basil se limita a enumerar una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en la clase con sus compañeros. Si bien la pregunta de la madre le da al niño la oportunidad de hablar sobre el confinamiento y las reglas, sin embargo, no las menciona.
Como señala Piaget, esto sucede porque a esa edad les cuesta comparar dos grupos de eventos, como por ejemplo, la situación de la escuela antes y después del encierro. Cuando la madre sigue indagando y le pregunta si había muchos alumnos o menos de lo habitual, y el niño le responde que eran “menos que de costumbre”. Y si le pregunta: “¿Y… cómo entran en la escuela… van de dos en dos?” El niño le contesta: “Vamos en fila, pero sin estar encima del hombro del otro.” La madre continúa la conversación e indaga: “Entonces… tienen que estar uno detrás del otro?” A lo que Basil le responde: “Para saber la distancia estiramos el brazo.” En ese caso la madre lo incita a que le explique mejor el tema del distanciamiento social y le dice: “¿Tienen que estar a la distancia de un brazo?”. Basil sin dudarlo le contesta: “Sí, tenemos que estar a la distancia correcta y para saber la distancia. Tenemos que tener estirado el brazo. Así sabemos la distancia correcta. Si te tocás no es la distancia correcta. Si te tocás no estás a la distancia correcta”. Ahora se observa con claridad que el niño reconoce la distancia correcta a partir de poner en juego el conocimiento de su propio cuerpo.
Por otra parte, la respuesta de Basil, muestra que la escuela se ha adaptado al lenguaje del niño. Casi podemos decir que la noción de distancia utilizada por los profesores de la escuela es la siguiente: “si te tocás no estás la distancia correcta”.
Por lo tanto, la contribución de Piaget es que a los 5 años ya hay noción de espacio y la noción de distancia es solo corpórea.
A lo largo de este diálogo advertimos que Basile nunca menciona las reglas de la escuela por sí mismo. Sin embargo, él sabe qué hacer, cómo cumplirlas y las respeta con éxito. Aunque la forma de aplicación o sujeción a las mismas da cuenta de que aún no las comprende. Son fundamentalmente muy generales y vinculadas a la experiencia con su propio cuerpo.
P: ¿Cuándo los chicos pueden comenzar a representarse el tema de la regla sanitaria en función de las relaciones interindividuales?
R: Alrededor de los 6 años. Allí comienzan otras aperturas hacia formas más elaboradas de entender la realidad entonces puede comprender mejor la regla, pero aún no logran generalizarla.
Veamos lo que le sucede a Zoe. La niña ya no requiere de la medida del brazo para guardar distancia, se queda parada esperando para ingresar manteniendo la distancia correcta. De todos modos le pregunta a la madre por qué antes de ingresar al colegio debe aguardar haciendo una fila. Este hecho muestra que no entiende que los alumnos esperan separados e ingresan de a uno al colegio porque si entran todos juntos se puede aumentar el peligro de contagio a raíz del virus. Es decir que para esta edad son capaces de pensar que si no guardan distancia de dos metros pueden ser peligrosos y contagiarse del virus, pero la manera la forma de utilizar la regla nos da la idea que no pueden aún generalizar el peligro del virus.
Algunas veces los chicos/as nos sorprenden con sus propias creaciones para dar sentido a las reglas que se les imponen.
El día posterior de su primer encuentro presencial de primer grado, Mateo de 6 años, me hizo saber que estaba muy feliz de reencontrarse con sus compañeros y a la vez desilusionado con los juegos que planteó la maestra. Luego comenta que inventó un juego para proponérselo a sus compañeros el próximo encuentro presencial. Se trata de la “mancha embrujada”; consistía en correr por el patio tratando de tocar a otro compañero. Cuando lo lograba, el compañero “tocado” perdía y salía del juego, porque “estaba embrujado”. Es evidente que Manuel conocía la regla” no se puede tocar a los compañeros en la escuela”, pero tenía tantas ganas de recuperar la cercanía corporal con ellos, que poniendo en juego su deseo inventó una variación al juego de la “mancha”. Así, al mismo tiempo que transgredió la regla sanitaria, atemperó el peligro al contacto a través de utilizar el pensamiento mágico, aquel con un toque de varita mágica hace desaparecer el “embrujo/ enfermedad”. Con la construcción de esta nueva regla lúdica, aquella que invita al niño/a “tocado, embrujado” a separarse, “aislarse” del resto de los compañeros, Mateo nos muestra que conoce muy bien de los alcances de haberse contagiado del virus, por lo menos en lo que hace al aislamiento social.
A los 9 años actualizan sus potencialidades y ya pueden entender que el uso de la máscara es por la seguridad propia y de las demás. Los chicos/as manifiestan que hay que usar máscara en la calle y en el aula porque el peligro es que si tienen el virus se corre riesgo de transmitirlo a otra persona que luego lo lleva a otras. Este análisis los lleva a encontrar que el cumplimiento de la norma es por la seguridad de todos. Ya pueden producir un pasaje de un pensamiento individual y más elaborado, donde son capaces de darse cuenta de las consecuencias que sus conductas tienen sobre las otras personas.
Luego, en la adolescencia, comienza una visión más probabilística de las consecuencias del virus, ligada al discurso epidemiológico, el discurso de la inmunidad.
Este método de estudio tan original que nos propone Piaget, nos brinda un panorama general que explora los mecanismos cognitivos desde un punto de vista del desarrollo evolutivo, en términos de las condiciones de vida que puede desarrollar un sujeto en el sentido de lo biológico, en intercambio con el ambiente.
P: ¿Cómo asimilan las normas sanitarias los niños con condiciones del espectro autista?
R: La modalidad del pensamiento en niños/as con condiciones del espectro autista suele asemejarse al estilo de pensar egocéntrico, posiblemente porque las dificultades que tienen durante la interacción social los limita para la adquisición de organizaciones cognitivas que les permitan trascender perspectivas del mundo que sean distintas a la de ellos mismos. Todo esto trae como consecuencias los grandes desafíos que tienen que atravesar para comprender los usos sociales de los códigos y por lo tanto el significado de las reglas.
A diferencia de la concepción epistemológica tradicional de Jean Piaget, las ciencias y sus filosofías fueron variando y validando el conocimiento de otra manera. Se despliegan pensamientos no lineales y nuevas miradas que implican ampliar y diversificar nuestra percepción y comprensión del mundo. Por ese motivo es tan importante tener en cuenta que las nuevas modalidades de convivencia que se implementen tienen que ser lo suficientemente sensibles a las necesidades de cada uno de los sectores sociales y de cada familia y niños en particular. En este contexto, además de aprender a cuidarnos de no infectarnos por el virus tenemos que aprender a alejar la mirada de nuestro propio cuerpo y poder dirigirla hacia el encuentro con los otros, contemplando sus necesidades, desafíos y sufrimientos.
Para ello no solamente se requiere de un pensamiento reversible y abstracto a nivel cognitivo, también tenemos que pensar en términos de una dinámica vincular que nos haga sentir que no estamos solos, que vivimos entramados en una comunidad que nos cuida y a la que tenemos que cuidar. En caso contrario, se pierde el sentido de la norma y ésta se abandona más fácilmente.
P: ¿Cómo podemos acompañarlos?
R: Tenemos que escuchar atentamente a los chicos/as, estar atentos a sus sufrimientos, sus juegos, sus maneras de pensar y de sentir, formas de manifestarse durante los reencuentros… Ello, para poder ayudarlos allí donde veamos que más lo necesitan. Porque más allá de comentarles que el “brazo es la distancia correcta que nos tiene que separar de las personas durante la época de pandemia”, el gran desafío que enfrentamos es poder contenerlos cuando extrañen la intimidad y la cercanía del contacto corporal de sus amigos y maestros y los mimos de sus familiares. Tenemos que construir junto a ellos otros modos de encuentros donde puedan disfrutar mientras juegan, aprenden, se comunican.
También tenemos que ir pensando cómo acompañar a los colegios con medidas que les permitan flexibilizar las normas sanitarias con aquellos chicos/as que por diferentes motivos se les hace difícil respetarlas. Pienso mucho en aquellos que son muy movedizos y que durante sus desplazamientos no logran mantener el distanciamiento social, o los que se niegan a entrar solos a la escuela o a usar barbijo, o no lo usan de manera autónoma. Sumado a que muchos de ellos/as cargan en su mochila el peso de un diagnóstico que los encasilla en sus dificultades generando barreras que pueden llegar a obstaculizar su vuelta al cole. Tampoco debemos olvidarnos de los niños/as que no tuvieron acceso a la escuela virtual ya sea por temas personales o laborales de su familia o porque directamente carecían de recursos que les permitiera acceso a la conectividad.
Por ese motivo, mi deseo para el año próximo es que podamos construir en forma conjunta un pensamiento comprometido, flexible y creativo, que sepa de la urgencia con la que que los chicos/as necesitan escolarizarse y re vincularse a través de formas de convivencia que permitan que ninguno de ellos, por edad o condición, quede fuera de la institución educativa, porque en caso contrario estaremos promoviendo un nuevo tipo de aislamiento o de confinamiento social.
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[1] REFERENCIAS: https://www.facebook.com/1307481433/posts/10224299883507209/?d=w